La alimentación en la prevención del cáncer

Publicado el 3 diciembre, 2009 | Health

Tener una alimentación rica en frutas y legumbres es como hacer un tratamiento diario con bajas dosis de sustancias que impiden el desarrollo del cáncer.

La alimentación es una necesidad básica del ser humano desde su origen más ancestral. El hombre aprendió a identificar en la naturaleza cuáles eran los componentes que podrían ser ingeridos como alimentos, dividiendo los tóxicos y los potencialmente nocivos. En el periodo neolítico, con el desarrollo de la agricultura y la domesticación de los animales, el hombre amplió su posibilidad de alimentación tanto en cantidad como en diversidad, no necesitando cazar o recolectar para alimentarse, pasando a ser sedentario. Ese cambio, asociado al dominio del fuego y el cocimiento de los alimentos, produjo transformaciones adaptativas que se mantuvieron por miles de años.

Varias culturas antiguas utilizaban el alimento como principal forma de preservación de la salud. El el alimento ya no era considerado como un simple suplemento energético, sino la esencia del equilibrio del organismo. La cultura moderna, modificó de forma muy rápida esta tradición milenaria y la noción de alimento como factor de preservación de la salud fue olvidado. Dio lugar a la noción de la alimentación como ocio; y de satisfacción que puede y debe ser alcanzada, rápidamente, a través de aquel alimento bueno, crujiente, dulce, etc…

La alimentación y el cáncer

El cáncer es una enfermedad compleja que puede alcanzar diversos órganos y sistemas y que tiene su origen en una disfunción en la unidad básica del organismo que es la célula. Esa disfunción puede ser causada por la agresión de sustancias químicas, radiaciones, virus (que funcionan como agentes cancerígenos) o por un exceso de radicales libres producidos por la propia célula y no adecuadamente inactivados.

Normalmente, nuestras células están expuestas a estos agresores y consiguen reparar los daños causados por ellos, impidiendo que sus funciones sean alteradas. Sin embargo, en algunas células, eventualmente, esas reparaciones no son suficientes y el daño lleva a las células a que se reproduzcan de forma desordenada.

Ese crecimiento desordenado de un determinado grupo de células es lo que caracteriza al cáncer. Esas células pasan a invadir tejidos vecinos y muchas de ellas se esparcen por el organismo a través de las llamadas metástasis, instalándose en órganos distantes de su origen, donde las células cancerosas continúan con su reproducción desenfrenada. Sin embargo, esa transformación no ocurre de forma inmediata, pudiendo evolucionar durante largos años hasta el proceso de manifestarse y aparición de las primeras señales clínicas de la enfermedad.

El cáncer es la segunda mayor causa de muerte en los países desarrollados y uno tercio de todos los cánceres es atribuido a factores nutricionales relacionados a la mala alimentación, incluyendo la obesidad. Resultados de varios estudios epidemiológicos apuntan los posibles factores en la alimentación que sirven como protección al cáncer, «Cuánto mayor sea el consumo de frutas y legumbres, menor el riesgo para desarrollar la enfermedad.

La alimentación puede afectar el desarrollo del cáncer mediante dos vías principales

  • La primera vía es por el exceso de ingestión de alimentos con componentes inductores de alteraciones celulares que llevan al cáncer (por ejemplo, grasas saturadas, alimentos industrializados, alimentos con harinas y azúcares altamente refinados y con alto índice glucémico.
  • La segunda vía es por la falta de alimentos que impiden el desarrollo de alteraciones celulares precursoras del cáncer (frutas, legumbres).

El conjunto de estudios científicos acumulados hasta hoy indican que la mayoría de los cánceres tiene su desarrollo influenciado por factores modificables, no hereditarios, y que los aspectos relacionados con el estilo de vida como hábitos alimenticios, la actividad física y control del tabaquismo, ejercen un papel preponderante en la prevención del cáncer. De entre estos aspectos, la alimentación equilibrada apunta como una de las herramientas más eficaces para reducir el riesgo de cáncer.

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